viernes, 13 de junio de 2008

DISCURSO DEL PADRE MANUEL CORRALES PASCUAL S.J. DURANTE LA INCORPORACION DE NUEVOS PROFESIONALES DE LA PUCESA


MANUEL CORRALES PASCUAL S.J.
RECTOR DE LA PUCE.


Nuevamente celebramos la incorporación de graduados de esta sede: un grupo de jóvenes accede plenamente, con el respaldo de un grado y un título universitario, a las tareas profesionales en diez campos diferentes del saber y del saber hacer: desde el ámbito de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, hasta el de las ciencias sagradas: Lingüística Aplicada, tres ingenierías, tecnología de la administración de pequeñas empresas y de diseño de objetos y control de procesos de fabricación, Optometría ...
Es, sin duda, una apreciable contribución al desarrollo de Ambato, de la provincia del Tungurahua y de la región central del país. En la gestación, logro y consolidación de una mejor calidad de vida, son sin duda importantes las máquinas, los instrumentos materiales y las diversas tecnologías con su espectacular avance en nuestros tiempos. Particularmente importantes, y —desde luego— imprescindibles, son las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación. Pero, por encima de todo ese impresionante utillaje, están los recursos humanos: sin personas bien preparadas, no es posible el desarrollo, no es posible la calidad de vida.
Ahora bien, tampoco una excelente preparación académica y profesional es suficiente para asegurar el desarrollo integral de una persona ni de una comunidad. Un buen nivel de vida material, una “sociedad del bienestar” —a la que, por cierto, aún no llegamos en el Ecuador— satisface algunas necesidades de las personas: una vivienda más cómoda, una energía eléctrica de mejor calidad, unos electrodomésticos más logrados, unos teléfonos fijos y celulares de mayor cobertura, un régimen alimenticio más sano, etc., etc.
A estos signos de un desarrollo material indiscutible, hay que añadir las nuevas posibilidades de diversión y de un tiempo libre que muchos ciudadanos —lamentablemente, no todos— pueden utilizar con mayor libertad y holgura que antes.
Pero, con todo esto solo se satisfacen algunas necesidades, y no siempre las más importantes.
Por otra parte, para que haya un verdadero desarrollo de la comunidad —no solo de algunos miembros de ella—, tales avances deben estar al alcance de todos, no solo de unos pocos privilegiados.
El día en que todos los ecuatorianos, sin excepciones de ninguna clase, hayamos accedido a una calidad de vida en la que se hayan superado carencias fundamentales (vivienda, educación, salud, higiene), podremos decir que hemos dado un paso adelante en la prosecución del desarrollo económico y social. Todavía nos queda mucho camino por caminar …
Pero hay en nosotros, en nuestro espíritu, necesidades más hondas, necesidades que tenemos que satisfacer si realmente aspiramos un desarrollo integral, si queremos acercarnos a nuestra plenitud como verdaderas personas. San Agustín expresó certero esta añoranza con una frase lapidaria que muchos de ustedes conocen: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón no se siente satisfecho hasta descansar en Ti”.
Lo repito con frecuencia: nuestra Universidad considerará su misión realmente cumplida, si sus graduados, además de la preparación académica y profesional, logran incorporar a sus vidas ciertos valores, ciertas convicciones, que darán a su trabajo un verdadero valor añadido: el de una contribución al desarrollo integral de la comunidad ecuatoriana.
Y ustedes, queridas graduadas, queridos graduados, harán este generoso aporte, si se dejan guiar por la brújula del bien común.
¿Y qué es el bien común? El bien común es «el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección» (CDSI, n.º 164, § 1).
Por consiguiente, no es solamente un conjunto de bienes materiales, que se pueden ver y tocar, que se pueden usar y consumir. Es un conjunto de condiciones que deben darse en nuestra sociedad, para que tanto el conjunto de sus miembros, como cada uno de nosotros, lleguemos a realizarnos como verdaderas personas. Si cada uno de ustedes enfoca su trabajo hacia el logro de esas condiciones de vida para todos, habrán enrumbado sus vidas profesionales por el camino correcto.
Y es que “el fin de la vida social es el bien común históricamente realizable” (CDSI, n.º 168). Ese horizonte de nuestras vidas y de nuestro trabajo y quehacer cotidiano que se llama bien común, es el polo opuesto a todo tipo de egoísmo y de individualismo. Los seres humanos, para realizarnos en plenitud como personas, como verdaderos hijos de Dios, necesitamos a los demás, necesitamos vivir en sociedad. Y el grupo, a su vez, la comunidad, necesita la colaboración de todos y cada uno de sus miembros, de cada uno según sus capacidades y competencias.
Según la Doctrina Social de la Iglesia Católica, el bien común será verdadero bien de todos, si reúne estas características: (1) Es indivisible, es decir, es de todos y de cada uno (CDSI, n.º 164, § 2). (2) Exige, para hacerse realidad, la colaboración de todos, porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo (CDSI, n.º 164, § 2). (3) Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. (CDSI, n.º 164, § 2). (4) El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral. (CDSI, n.º 164, § 2). Y, finalmente, (5) El bien común es constitutivo del significado de todas las formas expresivas de sociabiliad (familia, grupos, asociaciones, ciudades, regiones, estados, comunidad de naciones), y auténtica razón de ser de su misma subsistencia (CDSI, n.º 165). Por consiguiente, ni la familia, ni los grupos, ni las ciudades, ni los estados, ni la misma comunidad internacional podrían existir ni cumplir su función primordial en este mundo, si no estuvieran enfocadas al bien común.
Pues bien, queridas graduadas y queridos graduados: ustedes serán lo que esta Universidad nuestra quiere que sean, si sus vidas se orientan con la brújula del bien común, entendido como acabo de bosquejarlo brevemente. Los valores no se enseñan, se contagian. Si nuestra Universidad ha logrado contagiarles este valor llamado bien común, habrá cumplido su misión y habrá coronado sus empeños.
¡A todas y a todos: Enhorabuena!

1 comentario:

Lady L dijo...

¡¡Impresionante!! ¿que quiere que le diga,de mi hermano?...está,bien dispuesto no es extenso y llega muy bien a todos,su lenguaje y expresión,
no tienen,parangón,...es de lo que yo llamo un especimen en extinción...
saludos....Lola Pascual.